sábado, 9 de mayo de 2009

PRIMEROS AUXILIOS. QUEMADURAS

Cuando tenemos un niño pequeño es normal que nos preocupe estar preparados si se produce un accidente. Saber reaccionar con tranquilidad y realizar los primeros auxilios adecuados es muy importante para evitar secuelas. Uno de los problemas a los que nos podemos enfrentar son la quemaduras.
La prevención es la primera cosa que debemos tener presente. La cocina debe tener una placa que evite la posibilidad de que la comida o los líquidos calientes puedan caer sobre el niño. No debemos beber líquidos muy calientes o dejarlos cerca de un niño pequeño. Hay que confirmar la temperatura del baño siempre. No fumar en casa y sobre todo no hacerlo cerca de los niños son medidas adicionales que, con un poco de prudencia, nos librarán de un disgusto serio.
Cada tipo de quemadura también requiere un tratamiento diferente y es muy importante conocerlos para poder actuar con serenidad si se producen. Vamos a ver en detalle como prevenir, reconocer y tratar cada tipo de quemadura.
La mayoría de las quemaduras que se producen en el hogar son evitables. Suelen producirse cuando un líquido caliente se vierte sobre el niño. Por eso hay que tener mucho cuidado cuando estamos cocinando o cuando estamos bebiendo algo caliente, poniendo máxima atención para evitar que el niño pueda tirárselo encima.
También son habituales las quemaduras con el agua de la bañera o la ducha. Siempre hay que tocar el agua antes de meter al niño o rociarlo. Aunque no son quemaduras profundas si pueden tener mucha extensión y son dolorosas.
Otras quemaduras pueden ser con un cigarro. Aparte del mal ejemplo que es fumar delante de un niño y de los peligros para su salud que tiene inhalar humo una razón más para no fumar con niños cerca es la posibilidad de que se quemen. Por eso, no fumar con ellos cerca y mucho menos tomarlos en brazos con un cigarrillo es una medida de protección lógica.
El fuego directo es menos habitual pero muy peligroso. Si se ha pegado fuego a algo de la casa y la ropa del niño prende hay que actuar inmediatamente. Si el niño tiene la ropa en llamas nunca hay que aplicar agua directamente sobre el fuego, sino hacerle rodar por el suelo envuelto en una manta.
Las quemaduras pueden ser de varios tipos. Las de primer grado son superficiales, dejan la piel reseca y enrojecida, causando dolor. Las de segundo grado son ya intensamente dolorosas y producen ampollas. Las de tercer grado implican la abrasión de capas más profundas de la piel, producen llagas abiertas y pérdida de sensibilidad.
Cuando un niño se quema lo primero que hay que hacer es poner el área quemada bajo un chorro de agua fresca ( no helada, sino aproximadamente a 22 grados). De este modo lo que vamos a lograr es evitar que el calor se propague a áreas más profundas de la piel.
Si el dolor es muy intenso podemos dar un calmante, tipo ibuprofeno o paracetamol, siempre guardando la serenidad suficiente para no equivocarnos con la dosis. No hay que poner aceite, ni mantequilla, ni pomadas o ungüentos.
A continuación hay que seguir manteniendo la zona fresca con compresas mojadas, y solamente aplicar alguna crema nosotros si la quemadura es de primer grado y pequeña.
En general, para tratar las quemaduras en primero auxilios, la mejor acción en poner agua fresca si no hay llama y, muy importante, nunca quitar la ropa si ha quedado pegada a la piel. Si lo hacemos arrancamos la piel con la ropa y podemos producir heridas mucho más graves.
En los casos de quemaduras de tercer grado siempre es necesaria la atención médica y en el caso de las de segundo grado, en los niños, es también, incluso si son pequeñas, conveniente acudir a un centro médico con rapidez para que se pueda evaluar la gravedad y aplicar las medidas de prevención de infección necesarias. Una vez realizado unos primeros auxilios las quemaduras deben, habitualmente, ser valoradas por el médico, pero si hemos actuado correctamente las consecuencias serán menores.

EL EJERCICIO MODERADO TRES VECES POR SEMANA BENEFICIA AL FETO

No es una novedad que la práctica de ejercicio físico de forma moderada durante el embarazo beneficia el desarrollo del bebé en gestación, pero cada vez surgen nuevos estudios que avalan científicamente su eficacia.
No es cierto que el ejercicio pueda perjudicar al feto. Más bien todo lo contrario si la práctica de ejercicio está controlada y se realiza adecuadamente. Investigadores de la Universidad de Kansas City han comprobado los beneficios de que la embarazada practique ejercicio como caminar o montar en bicicleta 3 veces por semana durante al menos 30 minutos.
Han utilizado un instrumento llamado biomagnetómetro fetal para registrar la fisiología del feto entre las semanas 24 y 36 de gestación. Midieron los magnetocardiogramas maternal y fetal, así como la respiración del bebé, los movimientos corporales, el hipo y la succión no nutritiva para comprobar los efectos del ejercicio realizado por su madre.
Encontraron que los bebés del grupo de mujeres que practicaban ejercicio realizaban mayores movimientos respiratorios, un marcador de bienestar fetal que refleja el desarrollo funcional del aparato respiratorio y el control del sistema nervioso central. A la vez, proporcionaban beneficios cardiovasculares al feto.
El estudio, que confirma que el ejercicio es bueno para la madre y bueno para el bebé, sirve como paso previo para que se continúe investigando si también podría mejorar la progresión en niños nacidos de mujeres con riesgo de diabetes gestacional.
Como véis, el ejercicio durante el embarazo proporciona grandes beneficios en el desarrollo del bebé. Para realizar un ejercicio saludable para ambos te sugerimos que tengas en cuenta algunas importantes recomendaciones.

CONTRA LA GRIPE "PORCINA", LACTANCIA MATERNA

El Centro para la Prevención y Control de las Enfermedades de Estados Unidos, uno de los organismos de referencia en este tipo de cuestiones, ha publicado un documento en el que explica claramente los beneficios del amamantamiento en caso de gripe o de una posible pandemia por el virus H1N1, responsable de la llamada gripe porcina.
Los consejos que da inciden en el enorme valor de la leche materna como vacuna natural y animan a seguir amamantando incluso en caso de infección de la madre.
Las razones son variadas. La primera es que los bebés que se alimentan de fórmula suelen padecer mayores problemas respiratorios y sus ingresos hospitalarios son más habituales que en los casos de bebés amamantados. Y también carecen de los anticuerpos que la leche materna proporciona.
Por ese motivo se recomienda comenzar la lactancia inmediatamente tras el parto, realizar lactancia a demanda y eliminar los suplementos que sea posible para lograr una lactancia materna exclusiva o lo más exclusiva posible. De ese modo se garantiza la nutrición óptima del bebé y también que recibe todas las substancias que aumentan sus defensa.
La leche materna es algo vivo que contiene anticuerpos y es la mejor “vacuna” que la madre puede ofrecer a su hijo contra esta enfermedad.
Incluso si la madre enfermase el amamantamiento debe proseguir e incluso aumentar la frecuencia. La razón en sencilla, si la madre es sintomática la infección se ha producido previamente y en la leche transmitirá al bebé los anticuerpos que ella misma esta produciendo, protegiéndolo a él también o ayudando a que supere la infección si está se ha producido por la via habitual. Se aconseja aumentar las tomas para conseguir que el bebé esté optimamente nutrido, hidratado y reforzado su sistema inmune.
Se ha encontrado muy raramente virus de gripe normal en la leche humana y hoy por hoy se desconoce si la gripe porcina se puede transmitir por esta via, por lo que se considera que cualquier riesgo es mucho menor que los enormes beneficios y protección que la leche ofrece al bebé. Asimismo se señala que los tratamientos antivirales son compatibles con la lactancia.
En los casos en los que el bebé o la madre se encuentren demasiado afectados y no pueda procederse a la lactancia directa se aconseja extracción y lactancia diferida, pero no privar al niño de los beneficios de la leche de su madre.
Por ese motivo, como siempre, pero más cuando existe un peligro para la salud concreto y serio, el amamantamiento es el mejor consejo que se puede dar a las madres. Y en el caso de la gripe porcina está claro, la lactancia materna es la mejor opción.

¿CUÁL ES LA MEJOR HORA PARA QUE SE VAYAN A LA CAMA?

El sueño es fundamental para el buen desarrollo de los niños. Un mal descaso repercute en su estado de ánimo volviéndoles más irritables y también en su salud, pues muchos estudios relacionan el déficit de sueño con una mayor predisposición a enfermedades y sufrir trastornos como por ejemplo la hiperactividad. La pregunta que nos hacemos todos los padres es a qué hora deben irse los niños a la cama para estar descansados al día siguiente.
Al igual que los adultos, no todos los niños necesitan dormir la misma cantidad de horas. Además de la diferenciación por edades, porque no duerme el mismo tiempo un bebé recién nacido que un niño de 5 años, cada pequeño tiene sus propias necesidades fisiológicas de sueño. Algunos se despiertan como una rosa después de dormir 8 horas mientras que otros necesitan 10 horas de sueño como mínimo.
De acuerdo a las diferentes edades de los niños se ha elaborado una guía estimativa de horas de sueño recomendadas. Así como se aconseja que los adultos duerman 8 horas diarias, cada rango de edad tiene su propia guía de horas.
De 0 a 6 meses: entre 16 y 20 horas a lo largo del día.De 6 a 12 meses: 3 horas durante el día y 12 horas durante la noche. De 1 a 3 años: entre 11 y 13 horas en la noche, la siesta es opcional. De 3 a 5 años: entre 10 y 12 horas De 6 a 9 años: alrededor de 10 horas
Como conclusión, vemos que no se recomienda que ningún niño menor de 9 años duerma menos de 10 horas. A partir de allí podemos calcular la mejor hora para que se vayan a la cama en función de a qué hora debe levantarse el niño al día siguiente.
La mayoría de los niños se tienen que despertar entre las 7 y las 8 de la mañana según la cercanía a la escuela y el tiempo que tardan en preparase. En función de ello podemos restar las horas de vestirse, desayunar y trasladarse y calcular a qué hora debemos acostarlo.
Suponiendo, por ejemplo, el caso de los niños de entre 1 y 5 años que entran a la guardería o al colegio a las 9 de la mañana, si calculamos una hora de preparación y traslado, es decir que se despiertan a las 8 y debe dormir un promedio de 12 horas (los más pequeños reforzarán con una siesta), lo aconsejable es que se vayan a la cama entre las 20 hs y las 20,30 hs.
Hay niños que regulan ellos mismos sus tiempos de sueño. Es decir, duermen lo que necesitan y se duermen a la hora que “se caen de sueño” sin obligación de por medio. Pero no es lo mismo un niño que al día siguiente se queda en casa y si se ha dormido tarde no pasa nada, a lo sumo duerme una siesta más larga para recuperar, que uno que tiene que levantarse para ir a la guardería y tendrá un mal día si ha dormido poco.
Algunos no se levantan descansados si no les hemos acostado la noche anterior a determinada hora. Como dije al comienzo, cada niño es un mundo y es posible que con el tiempo si les acostamos todos los días a la misma hora vayan acostumbrándose a regular sus horas de sueño de acuerdo a sus propias necesidades.
Lo más sensato es observar al niño para estimar las horas de sueño que necesita dormir cada noche. Si vemos que le cuesta levantarse por las mañanas deberemos adelantar la hora de irse a la cama, en cambio si vemos que se despierta antes de tiempo descansado no habrá problema en que de alguna vueltita más por la noche.
Otro punto a matizar es que no es lo mismo acostarse que dormirse. Hay niños que se duermen enseguida mientras que otros dan vueltas un buen rato hasta cerrar los ojos. Tampoco es la misma situación todos los días, habrá días que estén más cansados, más estimulados o más excitados.
Por cierto, que la tele antes de irse a la cama no ayuda en nada a facilitar que el niño se relaje para irse a dormir. Lo más aconsejable es evitar que vean la televisión en las últimas horas del día y sustituirla por un cuento en la cama.