viernes, 6 de marzo de 2009

Maltratar a los niños puede llegar a modificar sus genes

Se ha publicado un estudio que señala que el maltrato a los niños puede llegar a modificar sus genes, o al menos, su expresión o no según un contexto determinado. En este caso, se ha encontrado demostrable en un artículo que publica la revista Nature Neurosciencie, que las personas que acaban cometiendo suicidio y que han sido víctimas de malos tratos en la infancia presentan a largo plazo cambios en la expresión de un gen, el NR3C1.
Según parece, el maltrato condicionaría alteraciones en el desarrollo hormonal y en el funcionamiento cerebral, lo que a su vez aumentaría el riesgo de padecer trastornos mentales por una mala adaptación a factores estresantes. Esto trastornos pueden desembocar, como en el objeto del estudio, en suicidio, pero también en depresiones o en conductas violentas.
Los autores señalan que la vivencia de abusos en la niñez se relaciona con un aumento del riesgo de múltiples formas de psicopatología. De hecho, hay evidencias de que la disminución en el hipocampo de la expresión genética de dichos receptores se asocia al suicidio, la esquizofrenia y los trastornos del ánimo.
Más que buscar el modo de modificar la expresión de estos genes para evitar la tendencia a los trastornos psicológicos, que también, sin duda, ayudaría a las personas que sufrieron abusos y maltrato en la infancia, nuestros esfuerzos deberían orientarse en evitar, por todos los medios, cualquier modo de violencia hacia los niños.
Hay datos científicos numerosos que demuestran que el estrés condiciona el funcionamiento del cerebro, la respuesta al estrés y el miedo, la posibilidad de reproducir la violencia e incluso modificar los genes en algunos casos.
Sería indispensable, ya que la misma humanidad no lo ha logrado, que los métodos de educación no respetuosos ni empáticos se vieran desechados al menos por la evidencia científica. Hay que investigar más.
Tratar a un niño de un modo que a un adulto haría sufrir puede tener consecuencias insospechadas en su desarrollo, el daño es seguramente más profundo que el que percibimos a primera vista. Sus cerebros están en formación y su visión de la ética también.
Los niños aprenden de lo que hacemos, no de lo que decimos. Así que si no se pega, empecemos nosotros a no pegar. Si no se insulta, empecemos nosotros a no insultar. Si no se grita, demostrémoselo no gritando. Si queremos que nos respeten, respetemos nosotros a los niños. Su felicidad y su futuro merece que nos reeduquemos para aprender a hacerlo, y además, su salud mental también lo merece.

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